HAROLD BRODKEY

¡OH HAROLD!

 

Los veranos NO son (sólo) para las bicicletas. Para mí es tiempo de releer y redescubrir a autores que  frecuenté hace años y que suponen un nuevo descubrimiento. Este es el caso de Harold Brodkey. No muy conocido quizás, pero un maestro en la narración corta.

 

{mosimage}Aaron Roy Weintrub, Harold Brodkey,  nació en 1930 en Staunton, Illinois. A los dos años su madre murió y se fue a vivir con unos familiares. A los 21 años se casó con Joanna Brown con la que  tuvo una hija, Emily Temmy nacida en 1952.  Se divorciaron en 1962 y a finales de los años setenta se  casaría con Helen Schwamm. Estudió en la Universidad City de Missouri y se graduó en la de Harvard en 1952. Su primer trabajo se publicó en 1958: “Primer amor y otros pesares”, colección de nueve magníficos relatos en los que  retrata a la juventud norteamericana de los años cincuenta.

 

 

 

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En un escrito tiulado A mis lectores, publicado en The New Yorker en junio de 1993, comunicó que padecía sida como resultado de «aventuras homosexuales en los años sesenta y comienzos de los setenta”, enfermedad que le asaltó con gran sorpresa puesto que llevava años de feliz y heterosexual matrimonio. No es de extrañar que en una entrevista confesara: “A menudo tomo una decisión consciente de no recordar. El recuerdo ordinario me resulta peligroso. Me operaron cuando tenía ocho años y tuve una reacción muy mala a la anestesia; tuve convulsiones. Tuvieron que sujetarme y envolverme en hielo. La anestesia dio rienda suelta a la memoria, y resultó insoportable. Siempre tuve claro dónde estaban las cosas peligrosas de la memoria. Siempre soy consciente de que no estoy recordando. Tengo la sensación de que si presiono demasiado, o demasiado adentro en la memoria, me romperé; no sólo me volveré loco o algo así, sino que me romperé de verdad. Me perderé a mí mismo”.


En 1994 en The Independent,  Brodkey comentó que empezó a notar su debilidad tras regresar a Nueva York tras una gira por Europa para promocionar de Alma fugitiva: «Simplemente me derrumbé. Creía que era la edad, que me estaba quedando sin combustible«. Murió en 1966 en su casa de Nueva York

 

Relatos a la manera casi clásica, no apareció hasta 1988, con algunos relatos que se encuentran entre lo mejor de la narrativa norteamericana del siglo XX. La novela Alma fugitiva apareció en 1991, consta de 1.000 páginas y está narrada por Wiley Silenovicz, el mismo de algunos de los relatos de su anterior obra.

 

 Incapaz de retener los servicios de un agente y un editor fijos a lo largo del tiempo, de alguna manera Brodkey y la expresión «el próximo gran novelista americano.» aparecían a menudo y, a su pesar, en la misma frase. A él le gustaba contrarrestarla hablando de ‘1a gran tradición americana de no publicar». En su intento de rechazar la atención pública, también fue comparado con  J. D. Salinger y el crítico Harold Bloom, autor del polémico El canon occidental, se refirió a él como un nuevo Proust.


En 1994, Brodkey publicó su segunda y última novela, Amistad profana, que recibió una humillante crítica en la revista Time. La historia de la relación homoerótica del narrador con un italiano era, según esa, revista, «un fracaso total» y provocaba en el lector «una vaga exasperación«.


El relato de su batalla contra el sida desde las páginas de The New Yorker se convirtió también, para un sector de la crítica americana, en una muestra de egolatría y falta de modestia prácticamente inaceptable.


Harold Brodkey obtuvo a lo largo de su carrera numerosos galardones, entre ellos el Premio. O’Henry, que le fue otorgado en dos ocasiones.


Su compleja y  narcisista personalidad le hacían afirmar “… en privado y en público que, a lo largo de los años, Norman Mailer, John Cheever, Saul Bellow y John Updike no habían dejado de robarle indiscriminada y descaradamente “mis oraciones”.

 

 {mosimage}No conforme con ello, Brodkey también aseguraba que su belleza había hecho sucumbir a hombres (arrancando con su padrastro, parece) y mujeres (Marilyn Monroe incluida), que el ser tan irresistible se había traducido en varios intentos frustrados de secuestro, que Sean Connery se había inspirado en su look y modales para el rol de Indiana Jones . Y  no vacilaba en responderle a un periodista que no era tarea sencilla vivir sabiéndose el mejor y más genial escritor de todos los tiempos al Oeste de Marcel Proust. En resumen: nadie dudaba de que Brodkey era un mitómano narcisista con posibles destellos de psicosis paranoica. Algunos diagnosticaban su ambición con un “está loco”, resumían su obra como una “apología de la masturbación” y calificaban su figura,  como la de “un tipo problemático”. Del otro lado, cuando eran testigos de alguna de sus habituales diatribas y bravuconadas sus cada vez menos amigos se limitaban a mirar al cielo y sonreír un entre divertido y resignado “Oh, Harold”.


{mosimage}Aparte de los libros más arriba reseñados, es de especial interés su autobiografía Esta salvaje oscuridad. La historia de mi muerte en el que comienza diciendo “Tengo sida” y termina poco después de su hospitalización y con estas palabras: “Así terminó mi vida. Y empecé a morir”.  La obra bucea en algo imposible : buscarle sentido a la muerte ya que la vida, para él,  no lo tiene: es un condenado a muerte.

 

Brodkey con furia pero sin rabia escribe de la madre que ha echado de menos, de la relación con los padres adoptivos, de su sexualidad, de su obra a la que defiende por encima de todo (“Si me ofrecieran verme libre de esta enfermedad a cambio de mi obra, no aceptaría»), de la inútil resistencia al destino…, etc. Un libro impactante.


PARA SABER MÁS


http://topics.nytimes.com/top/reference/timestopics/people/b/harold_brodkey/index.html

http://www.chron.com/content/chronicle/ae/books/9798/11/23/brodkey.html

http://wiredforbooks.org/haroldbrodkey/

http://www.bookrags.com/Harold_Brodkeyhttp://wiredforbooks.org/haroldbrodkey/index.htm

 

 

 

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