Varado con su novia fugitiva (Bianca)

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(actualizado a fecha: Aug 15, 2024 10:47:18 UTC – Descripción)

LA CATEDRAL DE SAN PEDRO mostraba su mejor aspecto barroco. Engalanada con un despliegue floral tan espectacular que sólo era eclipsado por los invitados con sus mejores galas. La mitad de las cabezas coronadas de Europa estaban sentadas en la congregación. Junto a presidentes, primeros ministros y, por supuesto, todos los altos cargos del principado de Grimentz. Allí para ver a su gobernante casarse.

Así que para Su Alteza Serenísima el Príncipe Leopold Friedrich von Frohburg, que esperaba en la sacristía a que comenzara el acto, el mensaje susurrado por su primo no era lo que quería oír.
«Parece que su sonrojada novia ha huido».
Leo se apartó del espejo donde había estado sometiéndose a los últimos ajustes de su perfeccionista ayuda de cámara.
Aunque -añadió Seb con indiferencia, en total desacuerdo con la gravedad de la situación- sería más exacto decir que ha desaparecido. Porque en un momento la princesa Violetta estaba en su habitación del castillo y luego, puf…». Chasqueó los dedos en el aire. Desapareció.

Leo fulminó a su primo con la mirada. El príncipe Sébastien von Frohburg era la única persona del planeta en la que realmente confiaba, lo que significaba que le permitía informalidades que no toleraría de nadie más. Pero éste no era el momento para ninguna de ellas.
Una joven vestida de novia y con nuestra inestimable tiara de Elisabetha, debo añadir, ¿ha desaparecido sin más?».
Seb se encogió de hombros. Eso lo resume todo, sí. ¿Quién demonios ha permitido eso?

Su primo lo miró de reojo. Bueno, ese serías tú, Leo, ¿no?
Leo ignoró la insinuación.
Conoce a esta, le había suplicado Seb. No te arriesgues.
Pero le habían asegurado que esta hermana Della Torre era diferente. Disponible. Dispuesta. Elegante. Y ciertamente, en las pocas funciones conjuntas a las que habían asistido, la mano de ella había estado fría y firme en la de él mientras ella interpretaba impecablemente el papel de futura consorte.

Mejor que la última. La hermana mayor que había huido con su guardaespaldas -¡un guardaespaldas!- un mes antes de cumplir su compromiso de una década para casarse con él, un príncipe y monarca del principado más antiguo y rico de Europa. ¿Dónde estaba la comparación?

La vergüenza, por supuesto, había estado ligada a la familia de ella. Él y su padre se habían asegurado de ello. No se podía permitir que ninguna mujer mancillara el gran nombre de von Frohburg. Especialmente no una Della Torre. Habían sido una espina en el costado de los von Frohburg durante cuatrocientos años.

Su gran ducado estaba enfrente de Grimentz, separado sólo por una delgada franja de agua. Sin varones para heredar, una vez que Leo se casara con la mujer a punto de convertirse en la próxima gran duquesa, su pequeño estado se uniría al suyo.

Una reunificación incruenta tras siglos de amarga espera.
Por ese premio, Leo era lo bastante ambicioso como para arriesgarse a casarse de nuevo con alguien de la familia. A pesar de la vena rebelde de la hermana mayor.

Violetta, la hija menor, le había asegurado su tío y regente, había sido educada con esmero y nunca haría algo así.
Nunca se había permitido a ninguna mujer gobernar el ducado por derecho propio, y ninguno de los oficiales estaba dispuesto a intentarlo ahora. Los Della Torres se habían acercado a su padre hacía quince años. En cuanto quedó claro que el gran duque y su esposa no tendrían heredero varón.

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