De nuevo en brazos de su marido

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(actualizado a fecha: Aug 15, 2024 19:59:17 UTC – Descripción)

SARA FIELDING avanzaba por el sendero mojado, esquivando los pequeños baches llenos de agua de la lluvia nocturna, con los pies metidos en unas botas planas hasta la rodilla. Eran las ocho de la mañana y hacía un frío glacial. Se subió el cuello para protegerse de la brisa que soplaba a través de su pesado abrigo y deseó haberse puesto sus mallas de lana.

Las mañanas de invierno en Melbourne eran brutales, recordaba, y hoy no era una excepción. Hacía una hora que su avión había aterrizado bajo un fuerte aguacero y ella había cogido un taxi para ir directamente a la ciudad. La lluvia había cesado momentáneamente, pero el cielo encapotado prometía otro chaparrón en cualquier momento. Sus guantes favoritos de cuero marrón apenas le impedían congelarse los dedos alrededor del asa del maletín, así que aceleró el paso. No quería llegar al hospital calada hasta los huesos.

Sara vivía en Adelaida desde hacía tres años y éste era sólo su segundo viaje a Melbourne en todo ese tiempo. El primero había sido hacía cuatro semanas, cuando viajó a la embajada americana para tramitar su visado. Sara tenía serias dudas sobre su regreso a Melbourne. Hubiera preferido cualquier otra ciudad, pero era la embajada de Estados Unidos la que tramitaba las solicitudes de visado para Australia Meridional. No había tenido elección.

Melbourne guardaba recuerdos maravillosos, pero también una tristeza a la que no quería enfrentarse. Se había dicho a sí misma que sólo sería una noche. Un viaje rápido. Nada de lo que preocuparse. Pero ahora, mirando hacia atrás, se daba cuenta de que debería haber hecho caso a su intuición y haberse quedado lejos de la ciudad donde aún vivía Tom Fielding. Ya estaba planeando una nueva vida en Texas. Mucho más lejos de Melbourne. Mucho más lejos de la tentación de Tom Fielding.

Ahora sabía que no podía confiar su corazón, ni su cuerpo, en ese hombre. No era un mal hombre, todo lo contrario, de hecho, pero era definitivamente el hombre equivocado para ella. Contra su voluntad, los pensamientos de Sara

a aquel breve viaje y a lo terriblemente mal que había salido todo.

El primer día había ido bien. La solicitud de visado se había tramitado sin contratiempos. El segundo día, Sara estaba sentada sola en Vue de Monde, en la planta 55 del histórico edificio Rialto. Había pedido su comida y estaba animada, bebiendo a sorbos su vino blanco y pensando en su inminente viaje a Texas.

Le habían ofrecido un puesto en un gran hospital universitario de San Antonio. Iba a ser un nuevo comienzo, una oportunidad para seguir adelante y encontrar una vida que pudiera hacer realidad sus sueños. Sara se había cansado de que su vida girara en torno a lo que querían los demás. Sacrificar sus sueños, sus esperanzas, por las necesidades de los demás se había convertido en un patrón hasta hacía tres años. Aquel fatídico día en que decidió que no podía renunciar a un sueño en particular. Esperaba que este traslado le diera la oportunidad de hacer realidad ese sueño. El sueño de ser madre. Sabía que tenía que hacer el equipaje, el transporte y todo lo que conllevaba una mudanza de esa distancia, pero valdría la pena todo el esfuerzo. Sería libre de vivir su vida a su manera.

De repente, sus pensamientos fueron robados. Al igual que su aliento. Ambos por la visión de un hombre al que creía que no volvería a ver.
Sara lo pensó dos veces. ¿Podría ser él? Sacudió un poco la cabeza. ¿Podría ser realmente él?

Entró en el restaurante y tomó asiento en una mesa junto a la ventana. Habían pasado tres años desde la última vez que lo vio. No se habían puesto en contacto desde que ella se había marchado. Ni llamadas telefónicas. Ni cartas. Nada.

Tal vez era su imaginación. Tal vez era alguien que se parecía a él.

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