Un asunto para recordar (Bianca)
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(actualizado a fecha: Sep 19, 2024 19:55:44 UTC – Descripción)
HELENA STAMOS ESPERÓ en una larga cola de seguridad para embarcar en el crucero Alexandra’s Dream. Llevaba su cartera de piel de gran tamaño en una mano y el bolso en la otra. En realidad, había tenido la intención de dejar la cartera en estas vacaciones, pero en el último momento la cogió antes de salir corriendo hacia su taxi.
Nápoles era cálida, seca y soleada, un marcado contraste con el húmedo clima londinense que había dejado atrás en lugar de sus pinturas y bocetos. Había aceptado un nuevo contrato para diseñar el vestuario de la producción de Tosca del próximo otoño, y las ideas le venían con demasiada fuerza como para ignorarlas. Tendría que plasmarlas en papel, aunque eso significara convertir sus breves vacaciones en vacaciones de trabajo.
Aunque por fin había dormido la noche anterior, estaba agotada por las semanas previas al ensayo general de su última obra. Su único respiro había sido hacía dos semanas, cuando se embarcó en el mismo barco durante unos días para conocer por primera vez a su hermanastro Theo. Aunque sabía de la existencia de Theo desde hacía tiempo, todavía estaba intentando acostumbrarse al hecho de que tenía un hermano mayor, uno que se parecía desconcertantemente a su padre, Elias.
«¡Señora Stamos!», exclamó Gideon Dayan, que supervisaba la seguridad de la nave. «No hace falta que haga cola. Le haré pasar sus cosas enseguida».
Varios pasajeros se volvieron para mirarla, intentando averiguar por qué era especial, y Helena les sonrió amablemente. «No pasa nada, Gideon, de verdad. Soy una pasajera más. Sólo serán unos minutos».
«Como quieras». Él la saludó con la cabeza. «Bienvenida a bordo. Me alegro de volver a verte. Me quedaría a charlar, pero tengo que entregar un informe al capitán Pappas».
Helena apretó ligeramente el bolso y la cartera al oír el nombre de Nikolas Pappas. «Nos pondremos al día más tarde, entonces».
Dayan cruzó la línea y desapareció en el enorme vientre azul oscuro de la nave.
«¿Eres famoso?» Una niña pelirroja que estaba delante de Helena la miró a través de unos inquisitivos ojos color avellana. «¿Es por eso que el hombre dijo que no tienes que esperar en línea?»
Helena se rió cuando los padres de la niña se dieron la vuelta, obviamente un poco avergonzados. «No, cariño, no soy famosa. Sólo he hecho algunos trabajos a bordo del barco, así que el personal sabe quién soy. Y por eso puedo subir en medio de un crucero como éste». Los demás pasajeros simplemente volvían a embarcar de una excursión en tierra y ya llevaban unos días navegando con el Sueño de Alexandra.
No sintió la necesidad de anunciar a todos que su padre era el dueño no sólo del barco sino también de la línea de cruceros.
«Oh. Bueno, aunque no seas famosa, me gustan tus pulseras». La niña las señaló. «Hacen música».
Helena se echó la correa del bolso al hombro y extendió el brazo izquierdo para que la niña examinara la amplia pila de brazaletes de oro martillado. «Gracias. Fueron un regalo de mi madre».
«Qué bonitos. ¿Qué hiciste en el barco?»
«Ángela, es de mala educación hacer preguntas personales», dijo su madre con acento sureño americano. «Ni siquiera sabes el nombre de esta señora».
«Me llamo Helena, Ángela, y no pasa nada». Los padres se presentaron como Connie y George Tripp, de Arkansas. Este era el primer crucero de la familia.
«Estamos encantados de conocerles», dijo la niña, como si recitara las palabras de un libro de etiqueta. Hizo una mueca, respondiendo a la cálida sonrisa de Helena.
«Yo también estoy encantada de conocerte. Y para responder a tu pregunta, trabajé en el diseño de interiores, lo que significa que ayudé a elegir los muebles y las telas y la pintura y las luces… ese tipo de cosas.»
«Vaya. ¿Fuiste a la escuela para eso?».
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