CARTAS A MI HIJA

Lo que se oculta detrás de toda gran trayectoria, desde Shakespeare a Abraham Lincoln es lo siguiente: el sentido de que la vida es básicamente una estafa, que sus condiciones son las propias de una derrota, y que las cosas que redimen no son la felicidad y el placer, sino las satisfacciones profundas que se derivan del esfuerzo

( Francis Scott Fitzgerald)

 

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F. Scott Fitgerald, Alpha Decay, mayo 2013 (19,90€)

Título original: Letters to His Daugther

Prólogo: Scottie Fitzgerald

Traducción y notas: Albert Fuentes

 

 Un librito de 209 páginas que me he leído en una mañana mientras cuidaba de las mellis, que como no han empezado el colegio, me las han  traído varios días y que recomiendo encarecidamente a todo el mundo, especialmente a los que tienen hijos adolescentes.

Y, a pesar de las interrupciones, he conseguido incluso darle una segunda lectura a las partes que más me habían llamado la intención.

 Decir, por si no lo he dicho en alguna otra ocasión, que la figura del matrimonio Scott Fitzgerald, Francis y Zelda, ha sido siempre muy atractiva para mí. Aparte de los escritos de él, la pareja llevó una vida apasionante, no exenta de problemas de todo tipo, en una época histórica y literaria absolutamente apasionante.

 

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 Zelda y F. Scott Fitzgerald

 

Como definió perfectamente Guillermo Altares en su artítulo El ‘crash’ de Zelda y Scott : «…Fueron los símbolos máximos de una época en la que pareció que todo era posible, una era que respiraba alcohol prohibido y foxtrot, en la que se empezó a forjar nuestra libertad, un tiempo de felicidad artificial entre el horror de la Primera Guerra Mundial y la barbarie de la Segunda en la que el mundo creyó que podría conseguirlo. Y también encarnaron el crash del 29, cuando el espejismo se rompió en mil pedazos y el mundo se precipitó al vacío. Pero Zelda Sayre (1900-1948) y Francis Scott Fitzgerald (1896-1940), Scott y Zelda, son mucho más que eso, más que la Generación Perdida; representan el mito de la pasión y del desamor, de la literatura que se funde con la vida, simbolizan el éxito y la tragedia, la decadencia y la caída, el alcoholismo y la locura….”

 

 

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Una jovencísima Scottie


Con Zelda internada ya en 1932 en el Highland Mental Hospital de Asheville,  Scott Fitzgerald tuvo que hacerse cargo, a su manera, de una niña de 12 años que, según sus propias palabras ”…me regaló una infancia dorada, que es todo lo que una puede pedir. En compañía suya, no recuerdo ni un momento que no fuera de felicidad y gozo, hasta que el mundo se le empezó a venir encima, cuando yo tenía unos once años…”

Las cartas son una delicia y los argumentos que da, algunos quizás desfasados, son los que cualquier padre o madre daríamos hoy día a un hijo/a que vive y estudia en otro lugar, tratando de que haga las cosas bien y que no cometa los mismos errores que nosotros hayamos podido cometer u otros a los que pudieran estar expuestos.

Cosa inútil, por otra parte y por propia experiencia: los hijos desde la adolescencia en adelante se creen con frecuencia (por no decir siempre) que están por encima de sus padres y que saben más que ellos, que jamás van a cometer los mismos errores o parecidos. Cosa que puede ser verdad o no. Lo de que la experiencia es un grado no va con ellos y a mí me apena un poco, porque tener unos padres cultos, cariñosos y dedicados, con cierta sabiduría de la vida (para la que no se necesitan estudios, aviso) no es cosa para desdeñar y sin embargo lo hacemos siempre o dejamos de lado…. hasta que nosotros mismos nos hacemos mayores.

Cualquiera que haya pasado por la experiencia, entenderá perfectamente lo que digo.

El caso es que las cartas que Scott Fitzgerald empezó a escribir a su hija datan de los años 1933  a 1940 (él mismo moriría en 1940, a los 44 años), primero al campamento en Marynland donde ella estaba, y luego a la prestigiosa universidad de Vassar donde estudió Scottie.


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Vassar College es considerada hoy en día una de las instituciones de educación superior más selectivas y prestigiosas de Estados Unidos. La universidad está situada en Poughkeepsie a unos 100 kilómetros al norte de la ciudad de Nueva York. La colegiatura anual tiene un coste de unos 40.000 dólares anuales.



¿Y de qué hablaba un padre?. Pues de sus miedos y de los consejos que se supone todos tenemos que dar a nuestra descendencia: miedo a que no se relacionara “adecuadamente” con los chicos, que mirara por el dinero, a que aprovechara el tiempo de estudios, a que se sintiera demasiado influenciada, para mal, por sus famosos padres (“…Tienes dos hermosos malos ejemplos como padres. Limítate a hacer todo lo que no hicimos y estarás perfectamente a salvo…”), el amor por la lectura, consejos sobre actitudes y comportamientos, sobre libros que debía leer, por el trabajo y el esfuerzo bien hecho…. Vamos, nada que no le hayamos dicho alguna vez a nuestros propios hijos.

Y también, como no, algún duro reproche al ver que algunos o todos  sus consejos caían en saco roto : “…Pero es otro cantar que tú no hayas hecho nada útil en los dos últimos años, ni por tu cuerpo ni por tu intelecto, prefiriendo escribir montañas y más montañas de cartas espantosas a gente espantosa…. tu compañía empieza a deprimirme porque entiendo hasta qué punto la estás tirando por la borda de manera estúpida y banal…” .

 Quizás lo que más me haya impresionado de esta magnífica edición es el conocimiento de que el propio Scott no se encontraba en absoluto en sus mejores momentos: alcohólico, con una salud muy deteriorada, separado de Zelda (ingresada en una clínica mental), con una carrera literaria en declive, trabajando en Hollywood, escribiendo guiones de películas sin demasiado éxito con continuos problemas económicos… Y aún así escribiendo a su hija Scottie no sólo lo que él debería considerar imprescindibles consejos, también sobre el mundo que se estaba gestando, desde la Guerra Civil española hasta los primeros pasos de la Segunda Guerra Mundial. La guerra cambiaría para siempre el rostro de la Europa que ambos, padre e hija, habían conocido durante la engañosa bonanza.



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Como es normal también, Scottie no leia, o leía por encima las cartas de su padre. Como reconoce en la magnífica  introducción que hace en esta edición “… estas cartas espléndidas, estas perlas indiscubibles de sabiduría y estilo literario, cuando llegaban a Vassar, me limitaba a examinarlas en busca de cheques y nuevas y luego las metía en el cajón inferior derecho…”, pero en 1965 decidió publicarlas:  “…Ahora estoy orgullosa de haberlas conservado. Sabía que eran magníficas, y si las conservé no fue, desde luego, por codicia, porque papá era entonces un oscuro escritor sin blanca y nadie podía imaginarse que El gran Gatsby se traduciría a 27 lenguas. Las guardé de la misma manera que uno guarda Guerra y paz para leerla en otro momento o Florencia para visitarla algún día…”.


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 Frances Scott «Scottie» Fitzgerald


Frances Scott «Scottie» Fitzgerald (1921 / 1986) fue la única hija de Zelda y Francis Scott Fitzgerald. Fue escritora y periodista en  The Washington Post y The New Yorker, entre otros y un miembro prominente del Partido Demócrata de Estados Unidos. Fue incluida en el the Alabama Women’s Hall of Fame en 1992.

Scottie y su primer marido, Samuel Jackson «Jack» Lanahan, un prestigioso abogado de Washington y fueron anfitriones muy populares de Washington en los años 1950 y 1960. Durante este período, Scottie escribió comedias musicales de la escena social de Washington que se realiza cada año en beneficio de la Multiple Sclerosis Society of Washington.. Scottie tuvo cuatro hijos con su primer marido: Thomas Addison, Eleanor Ann, Samuel Jackson (Jr) y Cecilia Scott, Lanahan. El hijo mayor, Thomas, conocido como Tim, se suicidó a los 27 años. Eleanor «Bobbie» Lanahan, artista y escritora, escribió una biografía de su madre, The Daughter of … The Life of Frances Scott Fitzgerald Lanahan Smith (1995).

El segundo matrimonio de Frances Scott Fitzgerald con Grove Smith terminó en divorcio en 1979. 

Hasta que no se edite una publicación que contiene más de Scott y las cartas de Scottie a su padre, tengo en la mesilla  las que Scott y Zelda se escriben entre sí:  Querido Scott, querida Zelda. Lumen, 2003.

 


Notas bibliográficas:

– En la biblioteca Firestone, Universidad de Princeton, se conservan los F.Cott Fitzgerald Papers.

 De las cartas a Frances se han hecho varias ediciones, pero no he podido consultarlas, pero sería interesante hacerse con ellas porque creo que ninguna ofrece toda la correspondencia completa y además son interesantes las notas de sus editores:

 Andrew Turnbull, Letters to his Daugther, Scribner’s,Nueva York, 1965

 Matthew J. Bruccoli, A life in letters, Scribner Book Company, Nueva York, 1994

 Maximo Bacigalupo, Lettere a Scottie, Archint, 2003



Fuentes:

  http://elpais.com/diario/2009/01/17/babelia/1232152752_850215.html

 http://cultura.elpais.com/cultura/2013/04/26/actualidad/1366997359_478050.html

 http://www.alphadecay.org/libro/cartas-a-mi-hija

 http://mikeandlibros.blogspot.com.es/2013/06/cartas-mi-hija-de-francis-scott.html

 http://elpais.com/diario/2009/01/17/babelia/1232152752_850215.html

 http://greensleevestoaground.wordpress.com/2012/04/10/coin-lecture-francis-scott-fitzgerald/


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