Ríndase a su marido español (Bianca)

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(actualizado a fecha: Sep 12, 2024 13:06:08 UTC – Descripción)

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UN relámpago que cortaba los oídos chilló en el aire, iluminando el interior del acogedor vestíbulo de la casa y perfilando con una sombra amenazadora la figura que se perfilaba tras los paneles decorativos de vidrieras de la puerta. Con el pie en el primer peldaño de la escalera, de camino al baño caliente y perfumado que prometía ser el antídoto perfecto para el estrés y las tensiones acumuladas durante el día, Jenny se detuvo de repente.
Eran casi las diez de la noche. No había habido ninguna llamada telefónica para avisarla de la inminente llegada de un huésped, y no había más ocupantes en todo el lugar que ella. Teniendo en cuenta la remota, algunos dirían salvaje, ubicación de Raven Cottage -a kilómetros de cualquier lugar-, tuvo que deshacerse rápidamente del escenario de pesadilla que su mente le presentaba de forma inútil y aterradora. Pero un pavor cada vez mayor la paralizó durante largos segundos antes de que pudiera deshacerse de él.

Instalada como cuidadora temporal de la encantadora casa de huéspedes con tejado de paja desde hacía casi tres meses, por cortesía de su amiga Lily, que se había ido a visitar a sus padres a Australia, en todo ese tiempo Jenny no se había resentido ni una sola vez de su aislado entorno. En todo caso, su solitaria proximidad al océano Atlántico le había dado la oportunidad de hacer balance de todo lo ocurrido. Poco a poco había ido reconstruyendo su estima.

El divorcio nunca es fácil, pero el suyo había sido reticente y doloroso. Todavía le dolía lo que podría haber sido si su ex marido no le hubiera partido el corazón en dos al decidir que no podía seguir con el matrimonio. A pesar de que eso había ocurrido hacía años, de vez en cuando Jenny todavía se estremecía. A veces, de pie a la orilla del mar, se quedaba mirando las olas colosales que barrían la orilla y parecían simbolizar la paliza emocional que había recibido. Y por si el divorcio no hubiera sido suficientemente traumático, el destino le había asestado otro golpe especialmente cruel.

Pero quizá fuera porque era una noche tan tormentosa como la del «fin del mundo» que su imaginación parecía empeñada en ponerla en el centro de una escena sacada directamente de una película de terror… de esas que le hacían preguntarse si la gente que las veía estaba del todo cuerda.

La sombría figura del exterior levantó la aldaba de latón y la golpeó con fuerza. El sonido discordante era como un disparo de rifle que le sacudía los nervios y pretendía hacerle un agujero en el cráneo. Jenny se mordió el labio e inspiró profundamente.

Un momento. Ya voy». Tras alzar la voz por encima del estruendo de un trueno, deseó fugazmente haber fingido que no estaba en casa. Con suerte, la persona que la había llamado se habría marchado y ella podría haber disfrutado de su ansiado baño en paz. Pero, sabiendo que Lily lo necesitaba, esbozó una sonrisa y abrió la puerta.

¡Dios mío! ¿Podría haber un lugar más remoto e inhóspito en el mundo?
La figura masculina vestida de oscuro que, incluso tras el corto trayecto desde su coche, parecía haber estado nadando en un río embravecido, descargó inmediatamente su frustración.
Unos ojos del color del azabache sedoso atravesaron a Jenny como puntas de daga peligrosamente afiladas. Su sonrisa decididamente optimista desapareció. Si es tan inhóspito y prefieres estar en otro sitio, ¿por qué te has molestado en llamar a mi puerta? Pero las palabras murieron en su garganta, porque su visitante le resultaba sorprendentemente familiar.

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