THOMAS DE QUINCEY

Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes

 

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La Editorial Valdemar en su colección El Club Diógenes, acaba de editar  Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes” y otros ensayos literarios ( “Sobre los golpes en la puerta en Macbeth”; El correo inglés” y “La visión de la muerte súbita”).

 


{mosimage}Hablaremos del primero de estos ensayos, Del asesinato considerado como una de las bellas artes, es una obra maestra de humor negro. No temáis leerla, no es deprimente y si bastante divertida si lo vemos desde la perspectiva de que la muerte, ese hecho ineludible que nos espera a todos, aparece como un espectáculo digno de ser visto y gozado. Humor negro en estado puro, y eso es algo insólito en la Inglaterra victoriana, época en que fue escrita. Thomas De Quincey, se adelantó con ella a su tiempo utilizando una técnica más propia de la novela actual que de la pesada maquinaria narrativa decimonónica. Quincey escribe sobre una imaginaria sociedad secreta dedicada al culto del asesinato y la propuesta básica es que, cuando el asesinato está cometido y no podemos hacer nada por las víctimas, debemos dejar de considerarlo moralmente y pasar a juzgarlo como obra artística según las leyes del buen gusto. Con este planteamiento, De Quincey se retrotrae al «primer asesinato», es decir, el cometido por Caín sobre Abel, y a otros famosos de la historia, hasta concluir en los de mayor actualidad en el mundo anglosajón de la época. A este respecto, dice desdeñar el veneno y demás «innovaciones abominables venidas de Italia» en favor del tradicional corte de garganta.

 

 

 

Pretende discutir con los detractores del asesinato dado que «cuando se les oye hablar se creería que ser asesinado tiene todas las desventajas e inconvenientes y que no las tiene el no ser asesinado«, y recuerda a continuación las enfermedades y los pesares de que está libre el asesinado. Recuerda que Marco Aurelio dijo que una de las funciones más nobles de la razón consiste en distinguir si es o no tiempo de irse de este mundo, y dice agradecer a los artistas del asesinato que se dediquen a instruir gratuitamente a los demás en esta rama de la ciencia, si bien se apresura a aclarar que muy pocos cometen asesinatos por principios filantrópicos.




{mosimage}Thomas De Quincey nació el 15 de agosto de 1785 en Greenheys, Manchester, y falleció el 8 de diciembre de 1859 en Edimburgo. Quedó huérfano de padre a muy corta edad y, tras una agobiante educación escolar, se trasladó a Londres con diecisiete años para tratar de legitimar su situación respecto a sus tutores. En la capital halló cobijo en casa de un fúnebre leguleyo, que le permitió dormir en las habitaciones frías y llenas de ratones de su despacho. Una vez arreglada su situación legal, De Quincey ingresó con dieciocho años en la universidad de Oxford, donde inició sus experiencias con el consumo de opio, algo absolutamente normal en la Inglaterra de aquella época.


De Quincey se habituó a dicha droga debido a una dolencia de estómago. Corría el año 1804 y, con grandes altibajos, la opiomanía marcó ya para siempre su vida y su obra, permitiéndole hallazgos literarios sorprendentes bajo su influencia, pero convirtiéndolo asimismo, según propia confesión, en un «opiómano regular e inveterado» que sufría sus consecuencias. En 1816, con treinta y un años, se casó con una tal Margaret Simpson, que le dio ocho hijos, cinco de ellos varones.

 


Tras acabar sus estudios, la quiebra de los banqueros que manejaban su fortuna lo obligó a trabajar para ganarse la vida. Residió en diversas ciudades, primero en Grasmere hasta 1820, luego en Londres, donde había iniciado sus colaboraciones en los periódicos y, por fin, en 1828 se instaló en Edimburgo, lugar donde que permaneció hasta su muerte, salvo por una corta estancia en Glasgow.



{mosimage}Hombre de inmensa cultura, polígrafo y helenista, amigo personal de Coleridge, Lamb, Southey y Wordsworth, «maldito» como Baudelaire (que lo tradujo al francés), cultivó una amplia gama de géneros, la narrativa, la filosofía, la historia, el ensayo, el periodismo, la economía política, la crítica literaria… Sin embargo, no todo ello ha permanecido en el tiempo con la misma fuerza, quizás a causa de la prisa con que escribía para mantener a su numerosa familia. De los más de quince tomos en que fue reunida su producción completa después de su muerte, hoy se siguen reeditando —y traduciendo— con asiduidad unas cuantas obras, entre las que cabría citar La diligencia inglesa y Confesiones de un inglés comedor de opio

 

{mosimage}Para saber más:


http://moraleslomas.blogspot.com/

http://es.wikipedia.org/wiki/Thomas_de_Quincey

http://www.ucm.es/

http://www.letraslibres.com/

 

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