LAS VIUDAS DE EASTWICK

Al final te das cuenta de que toda la gente en la que has confiado durante toda tu vida […] no saben más que tú.” (pág. 228)

Con este post finalizo, de momento, algunos comentarios que he hecho de buenas novelas ideales para este verano de 2011. Las tenía ya leidas y apartadas esperando el momento de comentarlas pero, cosa rara, hoy estoy un poco trabajadora y me he dicho ¿por qué no hacelo ya?. Junto con más de media docena que tengo casi ya listas, se me van a unir las que pueda leer en agosto y me está entrando un poco de agobio.

John Updique, Tusquets, abril 2011 (21,00€)

Fuera del mundo anglosajón es conocida sobre todo por su adaptación al cine, pero Las brujas de Eastwick, fue seleccionada por la revista Time como una de las mejores novelas del siglo XX y considerada por Harold Bloom como la cima del talento de y una de las más populares de John Updike (1932-2009). Publicada en 1984, la novela se ambientaba al comienzo de los años setenta y situaba en el pueblecito americano de Eastwick a tres mujeres divorciadas, feministas, ferozmente independientes y sexualmente explosivas que se iniciaban en la magia pagana, convencidas de que un retorno a la mítica madre naturaleza devolvería al mundo al egocéntrico matriarcado. Las protagonistas  Alexandra Spotford, Jane Smart y Sukie Rougemont, las tres brujas que fueron “atrapadas” por el malévolo Darryl Van Horne, les hizo escapar del claustrofóbico ambiente de Eastwick. La muerte de su rival Jenny Gabriel en aquella primera entrega causó la desmembración del grupo.

Ahora, transcurridas tres décadas, Las viudas de Eastwick (publicada por Updike poco antes de su muerte) volvemos a reencontrar a nuestras protagonistas desperdigadas por los Estados Unidos. Las tres no han perdido el contacto. En ese lapso, abandonaron la localidad, volvieron a casarse, con maridos conseguidos gracias a sus poderes mágico,  y las tres acabaron enviudando. Superaron el dolor y la soledad como algunas mujeres privilegiadas afrontan esa situación: viajando a otros países. Tras un viaje de diez días en solitario por la vertiente canadiense de las Montañas Rocosas, Alexandra viaja a Egipto en compañía de Jane, y posteriormente Sukie se les unirá en un viaje a China donde se sentían libres ejerciendo su insolente turismo hasta que decidieron regresar a Eastwick a pasar el verano. La trinidad ha sido restablecida y al estar juntas de nuevo, sus poderes volvían en forma de escozores, presentimientos, un deleite infantil por la malicia. El retorno a Eastwick se antoja inevitable, pues aquel hecho maldito [la muerte de Jenny] seguía dentro de Alexandra, incluso cuando no cerraba los ojos,  aunque para Jane no fue un crimen sino “una saludable exploración del potencial femenino” .

Se alojarán en una extensión de la reestructurada mansión de Darryl y los fantasmas del pasado se personifican en la figura de Christopher, hermano de Jenny, quien también fue seducido por Darryl y, por lo tanto, iniciado en lo maléfico. Dispuesto a vengar la muerte de su hermana, terminará con Jane, y lo mismo habría ocurrido con las otras dos si Sukie no hubiera logrado seducirle.

Fotograma de la pelicula Las brujas de Eastwick con Alexandra Medford  (Cher), Jane Spofford (Susan Sarandon),  Sukie Ridgemont (Michelle Pfeiffer)  y Jack Nicholson (Darryl)

El regreso tiene las trazas de una penitencia; los pocos conocidos que aún viven de aquella época parecen guardarles rencor, aunque todo sigue tan provinciano como lo dejaron, y más homogéneo. Pero tropiezan inevitablemente con lo maléfico:  Christopher, el hermano de Jenny,   se encuentra en el pueblo, y el propio Darryl le instruyó en las artes oscuras. En cierto modo están en peligro. Sin embargo, el maleficio o la amenaza se mezclan con las dolencias propias de la vejez, y aquí es donde el arte literario de Updike se mueve en un sustrato de lo real que confunde admirablemente fisiología, magia y mecánica cuántica, a partir de las descargas eléctricas que sufre Jane, sospechosamente provocadas por Christopher. Un peligro que, para defenderse, impone la necesidad de una sesión de magia (blanca, es decir, débil) con consecuencias contrarias a lo deseado, amargas y patética. Con todo, lo que sin duda resulta una aportación muy aleccionadora, es la visión que Updike ofrece de la senectud como un fondo de energía aún inagotable de sexualidad, de vitalidad mermada pero no rendida. Es la necesidad sexual de negociar, reflexiona Sukie, la que pone freno a las excentricidades neuróticas para poder mezclarnos con los demás. “Sin pecado”, continúa, “las personas ya no son personas, son simplemente ovejitas sin alma». Según la revista Time uno  se pregunta si alguien alguna vez ha descrito las pequeñas indignidades físicas del proceso de envejecer con tanta ternura y sentido del humor como Updike. A través de los ojos de sus brujas senescentes la propia mirada de Updike juzga nuestros tiempos, y tiene la misma chispa incendiaria de siempre. La gente anda quejándose de la muerte de Dios – dice una bruja – A mi lo que me fastidia es la muerte del pecado. Otra resume:

Es como si fueran los 50 otra vez, esta vez sin la excusa de los rusos.

Fuentes:

http://www.elcultural.es/version_papel/LETRAS/29019/Las_viudas_de_Eastwick

http://www.elpais.com/articulo/portada/regreso/brujas/elpepuculbab/20110423elpbabpor_7/Tes

http://entertainment.timesonline.co.uk/tol/arts_and_entertainment/books/fiction/article5000205.ece

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