TENEMOS QUE HABLAR DE KEVIN
O
EL MITO DE LA MATERNIDAD
Llevo un par de semanas tratando de encajar en mi interior el libro que apenas me he leído en una : “Tenemos que hablar de Kevin” de Lionel Shriver (Anagrama, 2007, 616 págs.).
Para los que no lo han leído copio y pego uno de los resúmenes de Internet para ponernos en situación, porque el libro es eso y más: “Eva es autora y editora de guías de viaje para gente tan urbana y feliz como ella. Casada desde hace años con Franklin, un fotógrafo de publicidad, decide, con muchas dudas, cerca de los cuarenta años, tener un hijo. Y el producto de tan indecisa decisión será Kevin. Pero casi desde el comienzo, nada se parece a los mitos familiares de la clase media urbana y feliz. Eva siente que Franklin se ha apoderado de su maternidad, convirtiéndola en el mero contenedor del hijo por nacer. Y Kevin es el típico bebé difícil, que tortura con sus llantos, que no quiere comer. Se convertirá en el terror de las niñeras, en un adolescente terrible, en el antihéroe a quien sólo le interesa la belleza de la maldad. Al llegar la sangrienta, mortífera epifanía de Kevin, dos días antes de cumplir los dieciséis años, el niño es un enigma para su madre.”
La autora entrelaza de forma magnífica, en forma de cartas de Eva a Franklin, todas sus dudas, sus miedos, la relación con su hijo, su marido y Celia, su otra hija.
Desde el principio sabemos que Kevin es autor de una matanza en su instituto, en directa referencia a este tipo de actos tan frecuentes en Estados Unidos, con lo cual nos puede parecer que ya está todo dicho. Pero no, el final es sorprendente. Mejor dicho, los finales. Para mí hay dos : uno que después de leer el libro tiene su lógica y otro que a mí en particular no me gusta nada porque parece que la autora ha querido terminar la novela con un atisbo de esperanza políticamente correcta.
También sabemos que Kevin no es un hijo deseado por su madre, que se cuestiona frontalmente la “maternidad” como valor intocable de la sociedad. Desde el primer momento de su nacimiento se produjo un rechazo, tanto de la madre a su hijo como al contrario. Y así será durante los 16 años de Kevin, por muchos esfuerzos que, según nos dice la protagonista, hace para entenderlo, quererlo y, en definitiva, llevarse bien y formar una perfecta y feliz familia.
Y no cuento más: simplemente cuando lo leáis fijaros en el regalo que le hace Kevin a su madre: una cajita con algo dentro.
El libro es duro. Durísimo. Y plantea, convencionalmente, muchos interrogantes. ¿es posible que una mujer no tenga o rechace los instintos maternales?, ¿existen estos?, ¿un hijo no deseado puede convertirse en un delincuente o en un asesino en serie?, ¿se puede querer a un hijo aun siendo este un delincuente emocional?, ¿el amor de una madre es incondicional, pase lo que pase?, ¿es posible que un hijo, por un amor extraviado hacia su madre, pueda cometer atrocidades con el fin de alejarla de todo y que se quede sólo para él?.
En mi opinión se trata de un libro imprescindible, con una magnífica traducción, una prosa y una estructura impecables, que se lee de un tirón y que casi destruye el mito de la maternidad que a tantas mujeres lleva de cabeza.
La autora
No puedo por menos de decir algo de ella. Nació en mayo de 1957 en Gastonia (Carolina del Norte), hija de un Ministro presbiteriano, se graduó en Bellas Artes en la Universidad de Columbia. Vivió 12 años en Belfast (Irlanda) y actualmente reside en Londres. Está casada con el batería de jazz Jeff Williams
Esta es su séptima novela, que fue rechazada por treinta (¡30!) editoriales y con la que ganó el Orange Prize 2005.