CARLOS CASTILLA DEL PINO

CARLOS CASTILLA DEL PINO

(llega a ser lo que eres)

Carlos Castilla del Pino

Carlos Castilla del Pino, Conductas y actitudes, Tusquets, 2009

Que levante la mano y tire la primera piedra quien no se haya interesado en algún momento de su vida por algún libro de psiquiatria con el objeto, obvio, de no solamente entendernos a nosotros mismos sino también a los demás.  Parafraseando el título de una peli, quién no se ha preguntado alguna vez, en vez de ir a un profesional, ¿qué nos pasa doctor? y, así, es bastante frecuente tratar de encontrar la respuesta en algún sesuso e ininteligible libro o bien hemos acudido a algún libro de psicología barata de los de ahora denominados “de autoayuda”.

 

De ahí mi afición a la lucidez y claridad de Castilla del Pino.

 

Carlos Castilla del Pino (San Roque, Cádiz, 1922-Córdoba, 2009) estudió medicina en la Universidad de Madrid, en 1949 se instaló en Córdoba y allí se hizo cargo, durante treinta y ocho años, del Dispensario de Psiquiatría. Su militancia antifranquista, que le valió el apodo de “el psiquiatra rojo”, le impidió el acceso a la cátedra de su especialidad hasta 1983.

Destacó  por su impulso de las investigaciones sobre la depresión y la incomunicacion humana, para mi gusto dos de los puntos clave de los seres humanos  y por su lucha por la humanización del tratamiento de los enfermos mentales,

Castilla es autor de numerosos libros de psiquiatría, ensayos y  monografías neuropsiquiátricas publicadas en revistas especializadas, dos novelas y una autobiografía en dos volúmenes. En su primera etapa (1946-1965).

Empezó  a ser conocido con su libro Un estudio sobre la depresión. El siguiente, Fundamentos de antropología dialéctica, abrió un nuevo frente social en la psiquiatría y en la conciencia pública española señalando la importancia que en el desarrollo de las patologías y su curación tiene el contexto social, político, filológico y económico. El impacto de la obra se acusó en las nueve ediciones sucesivas que tuvo. Su segundo libro, La incomunicación, se publicó en 1969 y tiene trece ediciones. Al año siguiente, sus Cuatro estudios sobre la mujer y su Sensualidad y represión fueron también muy leídos.Como escritor ha cultivado también la novela, publicando Una alacena tapiada (1991) y Discurso de Onofre (1999).

Sus méritos científicos, talento como ensayista, valor de su lenguaje y testimonio histórico de la España de posguerra a través de sus dos libros de memorias, Pretérito imperfecto. Autobiografía (1922-1949) (1997), IX premio Comillas, y Casa del olivo. Autobiografía (1949-2003) (2004) le valieron un escaño (letra Q) en la Real Academia de la Lengua Española.

Conductas y actitudes, es un libro en el que estuvo trabajando los últimos años de su vida y que se publicó después de su muerte.  Contiene tres capítulos inéditos, y el resto aparecieron en anteriores publicaciones. En esta obra, Carlos castilla vuelve a uno de sus temas de estudio favoritos y sobre los que hizo aportaciones luminosas y fascinantes: las raíces antropológicas de la conducta y que podria resumirse en que toda conducta se produce siempre en función de un contexto y una actitud concretas. La actitud es el factor afectivo-emocional que modula la conducta y la transforma en la singular actuación de cada uno de nosotros ante una situación determinada. La conducta y la actitud, sumadas a las actuaciones, hacen aflorar un rasgo fundamental del sujeto: su esencial inestabilidad, el hecho de estar en un proceso constante de construcción y deconstrucción con el que se adapta a cada contexto.

Esta oscilación entre la versatilidad de la conducta humana y la necesidad de conquistarse una identidad reconocible permite al eminente psiquiatra carlos castilla del pino explorar el complejo entramado de actitudes y formas de conducta tipificadas: por ejemplo la envidia, la suspicacia, el odio, la obscenidad, la ironía o la extravagancia, las cuales nos ayudan a enfrentarnos al mundo y a presentarnos como sujetos en diferentes situaciones. Y si la psicología reconoce la mutua interacción entre los aspectos cognitivos y emocionales que nos caracterizan, la antropología (en la estela de autores como Cassirer, Simmel, Weber, Dilthey o Jaspers) nos descubre por su parte al actor y personaje que somos y que construimos en nuestras interacciones sociales.

La siempre estupenda Anna Caballé termina su crítica del libro con un párrafo que deberíamos grabar en nuestra mente: ”…Pasiones solitarias, padecimientos intensos que tal vez podrían paliarse con un saber más sobre nosotros mismos al que invita Conductas y actitudes. ¿Por qué hay tanta resistencia al saber sobre uno mismo cuando es en el sí mismo donde recae el peso del mundo? “, (ABC de las Artes y las Letras, nº 932 semana del 16-22 enero 2010).

Aficionada como soy a las memorias y a las biografias,  ya en el año 1997 me hice con el primer volumen de las memorias de Castilla del Pino: Pretérito Imperfecto (Tusquets, 1997), que abarca sus vivencias desde 1922 a 1949, y que desde la primera página te atrapa sin remedio: su infancia en el pequeño pueblo de San Roque, sus cuatro años anteriores a la guerra civil en el lúgubre colegio salesiano de Ronda, el niño que asiste a la toma de su pueblo, primero por «los rojos», que asesinan a cuatro miembros de su familia, y luego por «los nacionales», que exterminan a los anteriores; el “exilio de la familia a Gibraltar; y ya de joven el traslado a Madrid, donde ingresa en la Facultad de Medicina, su paso por el Departamento de Psiquiatría del Hospital General, en el que impera el todopoderoso López Ibor, y en el manicomio del doctor Esquerdo y sobrevive gracias al aliento de sus muchos amigos.

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Ocho años después de Pretérito Imperfecto, se publica “Casa del Olivo. Autobiografía, 1949-2003), segundo volumen de sus memorias estando ya intalado en Córdoba, donde Castillo se ha hecho cargo del Dispensario de Psiquiatría, una ciudad reflejo de lo que era una capital de provincia en la España gris e inmóvil tras la guerra civil y donde se enfrenta a la realización de su proyecto vital, profesional e intelectual en el rígido contexto de la dictadura franquista, con la que muy pronto entra en conflicto.

Fuera de lo que el mismo decide contar, sabemos que poco después de su jubilación puso punto final a un largo matrimonio fruto del cual tuvo 7 hijos de los cuales murieron cinco, punto en el que hay que mencionar las crítica que obtuvo por su máxima goethiana de “llega a ser lo que eres”, que le llevó a defender la tarea de descubrir quién se es y tener el valor de serlo: «Ése es el éxito de la vida», dijo. Por ello, y sin tapujos, reconocía que la muerte de su padre había sido una liberación y la de sus hijos una fatalidad con la que, pese al dolor, no podía sentirse culpable. «Para mí la muerte de mi padre fue en un sentido una liberación. Cuando lo dije mucha gente se escandalizó. Pero lo fue realmente. Me liberé de un conflicto. […] Mis hijos y yo fuimos convirtiéndonos en extraños y llegó un momento en que hablar sólo lo empeoraba todo. Hubieran surgido reproches mutuos, era mejor callar… Era un silencio que apesadumbraba, sí, pesaba mucho. Mi salvación fue el trabajo».

¿Persona fría, ególatra, sin sentimientos?. A mi estas declaraciones siempre me han conmovido: no debe ser fácil tratar de ser uno mismo y vivir remando a contra corriente. Si lo hiciéramos, quizás otro gallo nos cantaría.

Ver la impresionante entrevista en :

http://www.youtube.com/watch?v=I0LYvgkp_Co

 

Saber más:

http://www.tusquetseditores.com

http://www.quelibroleo.com

http://www.elpais.com

http://jccubeirojc.blogspot.com

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