EL ULTIMO GATOPARDO

EL ULTIMO GATOPARDO.

VIDA DE GIUSEPPE DI LAMPEDUSA

“Cambiar algo para que nada cambie”

David Gilmour

EL ULTIMO GATOPARDO.

Siruela, 2004

 

Me gusta lo decadente, no lo puedo remediar. Quizás no podría vivir en ese “estado social” pero si me gusta leer sobre ese tema y ver películas sobre el mismo. Por eso la novela de Giuseppe di Lampedusa figura entre mis favoritas y la magnífica película de Visconti lo mismo. En estos oscuros días de invierno me gusta sumergirme en épocas pasadas cuyo claros-obscuros pegan muy bien con el paisaje invernal que veo desde mi ventana.

Y por esto retomo la lectura de la biografía escrita por Gilmour que es una obra muy interesante, amena y documentada sobre la vida del noble y escritor italiano, perfecta para releer la novela en estas vacaciones.

EL ULTIMO GATOPARDO

Fotograma de la pelicula de Visconti, El Gatopardo


EL ULTIMO GATOPARDOGiuseppe di Lampedusa, príncipe de Lampedusa y duque de Palma di Montechiaro nace el 23 de diciembre de 1896 en Palermo, en la aristocrática familia de los Príncipes de Lampedusa, Duques de Palma y Montechiaro. Sus padres fueron Giulio Maria Tomasi y Beatrice Mastrogiovanni Tasca di Cutò y tuvo una hermana que murió de difteria a los dos años de nacer. Su infancia transcurrió entre los distintos palacios paternos de Palermo y de Santa Margherita Belice y en París, donde sus padres iban frecuentemente. Hasta los 15 años no fue al instituto, tenía preceptores que le dieron una educación exquisita.


EL ULTIMO GATOPARDO

Lampedusa a los 14 años con su institutriz


En abril de 1915 se inscribe en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Roma, pero en noviembre del mismo año es llamado a las armas. Participa en la primera guerra mundial, cae prisionero en noviembre de 1917 y no regresa a su país hasta doce meses más tarde, tras huir del campo de reclusión. Retirado del ejército con el grado de teniente, vuelve a Palermo en 1920. En el curso de la década siguiente realiza numerosos viajes por Italia y el extranjero, solo o acompañado de su madre con que siempre tuvo una gran complicidad.


Siempre tuvo una intensa actividad intelectual, aunque no necesitase vivir de ella. Gran lector y estudioso desde niño, leía a Tolstoi en ruso y a Stendhal en francés, aprendió cinco idiomas, el último de ellos, un año antes de morir, el español. Se permitía la excentricidad de hablarle en una lengua diferente a cada uno de sus perros.

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Gioacchinno Lanza (hijo adoptivo de Lampedusa), Lucio Piccolo (primo del escritor) y Giuseppe di Lampedusa


En 1925, conoce en la embajada italiana de Londres a la baronesa báltica Alessandra (Licy) Wolff-Stomersee, psicoanalista y muy culta, con quien se casará siete años más tarde en una iglesia ortodoxa de Riga. Combate también en la segunda guerra mundial y ve con impotencia la casa solariega, el Palazzo Lampedusa, destruido en el bombardeo americano de 1943.


Tras numerosas vicisitudes, se traslada con su esposa a una vivienda de la calle Butera, en Palermo. En los años 50 hace amistad con algunos frecuentadores de la casa del barón Sgadari di Lo Monaco: Francesco Agnello, Francesco Orlando, Antonio Pasqualino y, en especial, Gioacchino Lanza Tomasi,.


Formó con todos estos una especie de seminarios literarios. Con el tiempo, tales clases conformaron una especie de cursos de literatura al modo de Nabokov. Entre sus frutos destacan las mil páginas de Letteratura inglese (nunca traducidas aquí) y las lecciones dedicadas a Stendhal o a los poetas de La Pléiade. El alumno favorito del príncipe fue Gioacchino Lanza, nieto del conde de Mazzarino, al que terminó adoptando. Gioacchino sirvió de modelo al Tancredi de El gatopardo, y cuando Visconti rodó la película homónima, lo tuvo en todo momento junto a él como asesor.


Lampedusa fue el sueño de muchos intelectuales. Sin necesidad de ganarse la vida y con una formación “de cuna” impresionante se convirtió en un auténtico monstruo de conocimientos literarios y en un refinadísimo intelectual. Vivió como su personaje, como un aristócrata del viejo estilo, distante, discreto, improductivo, nunca tuvo un trabajo remunerado, pero escribió una de las mejores novelas de la historia de la literatura mundial

 

EL ULTIMO GATOPARDO

Lampedusa y su mujer en Stomersee, con dos de sus perros


En sus viajes por Múnich, París o Londres, Lampedusa adquiría libros en sus lenguas originales y pasaba largas horas en las bibliotecas públicas, o peregrinaba a Stratford en pos de Shakespeare, o a Haworth tras la pista de las Brontë. Desde que de niño su abuela le leyera a Salgari para que cogiera el sueño, fue siempre un lector ávido y de amplísimo espectro, y con unos gustos muy personales y firmes. Sus dioses eran Shakespeare, Dickens y Keats en lengua inglesa, y Montaigne, Stendhal y Proust entre los clásicos franceses. Conocía perfectamente toda la obra de Walter Scott, y había devorado infinidad de novelas policíacas y colecciones enteras de revistas como Spectator o Blackwoods Magazine.


En abril de 1957 se le diagnostica un carcinoma en el pulmón derecho que lo llevaría a la muerte el 23 de julio del mismo año. El cadáver recibe sepultura el día 28, en la tumba familiar ubicada en el cementerio de los Capuchinos.


EL GATOPARDO

 

A los 54 años de edad, y tres años antes de morir, escribió su extraordinaria novela El Gatopardo. Situada en el momento en que Garibaldi desembarca en Marsala relata la historia del príncipe Fabrizio de Salina, y de las vicisitudes sociales y espirituales que atraviesa, cuando se produce el derrumbe del antiguo orden en que había vivido, durante el reinado de Francesco II de Borbón, ante la avasalladora fuerza de Garibaldi y sus milicianos, que luchaban por la reunificación italiana, en torno a la corona de Vittorio Emmanuelle II, de la piamontesa casa de Saboya. Era el modo de permitir el tardío ascenso de la burguesía al poder. Don Fabrizio, descendiente de los normandos, percibe el lento declinar de su clase, espera la inevitable ruina de su propia familia, y no mueve un dedo para salvarlas. El Gatopardo es la crónica del derrumbe de un linaje, ante el empuje de una naciente nueva clase social, la burguesía. Sin embargo, la atención del autor se centra tanto en los acontecimientos históricos como en las consecuencias que éstos tienen en la vida interior de sus personajes. En este sentido, uno de los grandes aciertos de la novela es la perfecta descripción de la psicología de los protagonistas y de su evolución.



La obra se desarrolla entre 1860 y 1910, y en ocho capítulos magistrales describe medio siglo de historia de los protagonistas.


Un gatopardo es por definición, en Italia un “felino de formas elegantes, similar al gato doméstico pero mucho más grande” aunque la criatura que evoca Lampedusa no pertenece al mundo natural, sino al exótico campo de la heráldica, ya que el blasón de los Lampedusa exhibía un leopardo rampante, denominado gattopardo en el sencillo decir de los campesinos de Torreta y Palma, feudos de la familia.


Rechazado por la editorial Mondadori, El Gatopardo fue publicado en 1958 por Feltrinelli merced a las diligencias de Giorgio Bassani, autor de ‘Il giardino dei Finzi Contini’. Obtuvo un enorme éxito y ganó el Premio Strega en 1959. Fue un éxito inmediato: se tradujo a 20 idiomas y en 1963 Visconti, esteta, homosexual exquisito y miembro del Partido Comunista realizaría la extraordinaria película del mismo nombre, con Burt Lancaster, Alain Delon y Claudia Cardinale como principales protagonistas.


La fidelidad de Visconti a la novela del príncipe Lampedusa no es tan sólo argumental, sino principalmente sentimental; la novela y la película son una misma visión de dos príncipes: un Lampedusa y un Visconti; los dos son conscientes de lo que se debate: una visión narrativa del Risorgimento en Sicilia; los dos están de acuerdo: aquello representó un fraude para el pueblo siciliano (Garibaldi) y un entroncamiento de la antigua clase dirigente (la aristocracia) en la nueva riqueza (la burguesía). Pero tanto Visconti como Lampedusa realizan su obra con añoranza: el personaje del príncipe Salina es respetado e incluso querido.

 


Estilísticamente, Il Gattopardo significa la entrada de Visconti en una nueva técnica narrativa cinematográfica y, en este aspecto, resulta una obra refinada, esplendorosa, riquísima y artísticamente lograda; un acto de verdadera cultura, nada gratuito ni formalista. La larguísima secuencia del baile en el palacio Ponteleone es antológica: En un gran baile ofrecido en honor a Angelica, en el palacio de Ponteleone, Don Fabrizio comprueba nostálgica­mente la inevitable decadencia de su clase social. El príncípe de Salína sabe que la suerte está echada, que el tiempo es irreversible y piensa que, «es necesario que todo cambie, para que todo siga igual». Por eso, decide favorecer a los revolucionarios, apoyando a su sobrino a que se incorpore a las fuerzas garibaldinas y después al nuevo Ejército italiano. Don Fabrizio está asistiendo, no obstante, al fin de su mundo. (Cfr. voz «El gatopardo», en Romaguera, J. [coord.] Enciclopedia ilustrada del cine. Barcelona, Labor, 1969, vol. 11, p. 23.)

 

 



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